Aquellos días que alguna vez transcurrieron con
tranquilidad, se desvanecieron con el pasar del tiempo.
Aún añoro esos días, pero con una sonrisa
falsa en mi rostro trato de suprimir ese
sentimiento en mí.
En aquellos momentos del pasado aún no había
notado lo valioso e importante que para mí
era lo que poseía.
¿Podré volver a disfrutar de esos días,
cuándo aún aquellos brillantes e ilustres
rayos de luz perduraban?
Preguntas como esas se clavan como espinas en mi
corazón, que ahora yace lleno frío y quebrado
como un bloque de hielo así está.
Pero aun así, cuanto tenga que soportar el
sabor amargo de mis días venideros, debo seguir
creyendo y depositar toda mi fe en él.
Ay de mí si dejo que la tristeza me consuma,
pero los recuerdos dolorosos, aún me
persiguen sin descanso alguno.
Si aún no puedo hacer brillar la luz para mí,
solo me quedará orar al señor.
De él nacerá el crepúsculo del amanecer,
y con su luz me iluminará y calentará mi frío
corazón sanando sus profundas heridas.